Hasta hace un momento las cosas marchaban bien; vos te acomodaste a mi lado para dormir y yo, te abracé fuerte. Fue perfecto, aunque todo pasó en un instante. Dormidos estábamos cuando vinieron los empujones, las patadas y las tiradas al piso.
Al principio no lo comprendíamos, hasta que entendimos que no cabíamos en la misma cama, teníamos los ojos cerrados y no nos dimos cuenta.
La verdad, es que primero había que dar algunas vueltas y probar que el tamaño del colchón sea el correcto, que ambos nos sintiéramos cómodos y conseguir la posición exacta, esa que ocuparíamos el resto de nuestras vidas. Pero estábamos cansados, nos dormimos demasiado rápido. Todo fue muy confuso, porque hasta hace un momento estábamos bien. Bastó con dormir unos cuantos años para entender que sólo pasaron un par de horas desde que te conocí.